Las modernas teorías educativas sobre las que sustentan las reformas que se están llevando a cabo en los países europeos, y en nuestro continente, están orientadas a establecer un sistema educacional que responda a las necesidades del medio social en el que se encuentran insertas.
Para ello, es prioritario definir los perfiles institucionales que darán forma mediante un currículo pertinente a los hombres y mujeres del mañana que con su quehacer irán construyendo un mundo, que ojalá responda a sus propias expectativas y a las de todos quienes conforman una sociedad que en su evolución tecnológica exige adaptarse con mayor rapidez al cambio.
En este contexto, el Centro Escolar adquiere una fundamental importancia, ya que en su seno se irá dando forma a personas que no solo deberán recibir conocimientos, sino también, las herramientas claves para la comprensión y aplicación de éstos.
Pero esta base formativa, adquirida mediante los procesos de enseñanza-aprendizaje en el aula, debe permitir a los educandos adaptarse a un mundo que es cada vez más competitivo, y en dónde los principios de ética, verdad, comprensión, tolerancia, y respeto son las herramientas claves para desenvolverse en el medio social.
La organización escolar para poder enfrentar los desafíos que le impone la nueva reforma, deberá funcionar sobre una base estructurada que permita a sus directivos y subalternos establecer un trabajo armónico, libre de tensiones, es decir, un clima organizacional sano, en que todos los integrantes tengan claros los fines y objetivos de la escuela, se identifiquen con ellos y mediante labores conocidas y bien delimitadas, puedan coordinarse en acciones conjuntas que contribuyan a un avance positivo de toda la organización. Para ello se debe contar además con estructuras adecuadas, recursos materiales disponibles, objetivos y procedimientos acordes con el tipo de organización que aprende.